Al vino blanco

Hay gente que no me cree cuando digo que siempre encuentro algo bueno en todo el mundo. Me dicen que como soy mona pues me tratan bien, y más los tíos claro. Que siendo así puedo ver algo positivo hasta en los cabrones que desplumaron a los clientes de aquel banco, o en esos politicastros que sólo firman leyes a su propia conveniencia. Ya sabes, lo que se dice en la típica conversación salvapatrias de barra y cañas.

Yo lo dejo pasar, sé que no me entienden. Pero claro, tampoco es cuestión de detallarles qué es eso que encuentro de bueno. Se atragantarían los pobres. ¡Ay si supieran que he degustado auténtica careta de cerdo, o que lo mejor de cierta concejala desaparecida lo hallé justo debajo de sus costillas!

Quedó bien al ajillo, ahora que recuerdo.

Por eso digo lo que digo pero, como entenderás, no es algo que pueda ir gritando por ahí ¿verdad? Y dime, ¿has probado alguna vez hígado? Yo sí, lo hago al vino blanco con un pelín de aceite y hierbas aromáticas. El tuyo veo que lo has cebado bien... a costa del contribuyente, ¿eh pillín?

Oh venga, no pongas esa cara. ¡Quedará estupendo!
No recuerdo cual fue la inspiración concreta para elaborar este relato. Pensando sobre ello, la idea seguramente me viniera del hecho de que lo iba a escribir para un concurso local promovido por un restaurante, eso y que los casos de corrupción proliferaban por entonces (y aún hoy día) en España.

Tras sazonar esas nociones con un poco de instinto asesino, me resultó este cuento breve con un ligero aroma a película slasher. Curiosamente, este relato me consiguió un premio especial en el que me invitaban a cenar al restaurante...

Comentarios

  1. Es divertido el juego de palabras que haces con bueno (moralmente) y bueno (de sabor). Buen trabajo.

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    1. Sí, ese juego es básicamente el núcleo de esta broma macabra. Me alegro de que este bocado de ficción te haya resultado apetecible.

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