Entradas

Exequias de plomo, responso del mar

Imagen
El sabor del sexo ascendía al cielo nocturno con cada calada. El humo se curvaba rememorando la pasión que el fumador trataba de dejar atrás. Sí, el polvo había sido tremendo, brutal como nadar en lava. Pero eso ya no importaba. Había miles de pavos en ron bajo sus pies, y se lo iba a robar a su dueña por encima de su cadáver.

Rojo óxido de estío

Imagen
Era feo, pero con encanto. Tanto que Kate no podía dejar de acercarse al mirador para contemplar el enorme bloque de regolito en el exterior. Pulido y estilizado como una quilla contra el tenue viento de Marte, aguantaba estoico la erosión incisiva del polvo marciano, aunque el óxido ya le había contagiado el tono rojizo del planeta. Y pronto le tocaría soportar de nuevo al débil carácter de aquel astro desolado. El verano había llegado al hemisferio sur, trayendo su habitual tormenta enorme de polvo con él.

Regresó con la lluvia

Imagen
Sus miradas logran encontrarse a través de la confusión ruidosa del chaparrón. —¿Lo entiendes al fin? —pregunta la mujer, alzando su voz sobre el aguacero. El ginoide no parpadea siquiera, impertérrito a las gotas que lo calan. Tras unos segundos, responde con palabras perfectamente moduladas.

Extraños a las puertas

Imagen
Le reclaman, hay extraños a las puertas. Sale por la vieja y gruesa portezuela camuflada en la muralla. Toda precaución es poca contra los mutantes. Desde el muro, ojos vigilantes observan como su guardián más veterano se acerca a los autobuses desgastados. Enfundado en resistente ropa de cuero, y con un largo machete colgado a la espalda, el hombre llega a paso lento al primer vehículo. Sabe lo que se hace, demasiados años de experiencias atroces han afilado su instinto.

Lid de madrugada

Imagen
La luz de los faros alarga sus siluetas en el suelo. Las pistolas lanzan destellos metálicos hacia sus contrincantes, incitándolos a acabar de una vez. Sólo uno de los tres duda. La mujer y el otro tipo, en absoluto.