Álter ego

Necesitó un momento para que sus ojos se adaptaran a esa blancura absoluta. Después pudo distinguir el suelo del techo, la pared izquierda de la derecha. El frente de su espalda. Pero daba igual donde mirase: todo era pálido, inmaculado y liso. Ni una referencia, ninguna señal de qué o cuál era ese sitio.