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Mostrando entradas de 2020

Regresó con la lluvia

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Sus miradas logran encontrarse a través de la confusión ruidosa del chaparrón. —¿Lo entiendes al fin? —pregunta la mujer, alzando su voz sobre el aguacero. El ginoide no parpadea siquiera, impertérrito a las gotas que lo calan. Tras unos segundos, responde con palabras perfectamente moduladas.

Extraños a las puertas

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Le reclaman, hay extraños a las puertas. Sale por la vieja y gruesa portezuela camuflada en la muralla. Toda precaución es poca contra los mutantes. Desde el muro, ojos vigilantes observan como su guardián más veterano se acerca a los autobuses desgastados. Enfundado en resistente ropa de cuero, y con un largo machete colgado a la espalda, el hombre llega a paso lento al primer vehículo. Sabe lo que se hace, demasiados años de experiencias atroces han afilado su instinto.

Lid de madrugada

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La luz de los faros alarga sus siluetas en el suelo. Las pistolas lanzan destellos metálicos hacia sus contrincantes, incitándolos a acabar de una vez. Sólo uno de los tres duda. La mujer y el otro tipo, en absoluto.

Al vino blanco

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Hay gente que no me cree cuando digo que siempre encuentro algo bueno en todo el mundo. Me dicen que como soy mona pues me tratan bien, y más los tíos claro. Que siendo así puedo ver algo positivo hasta en los cabrones que desplumaron a los clientes de aquel banco, o en esos politicastros que sólo firman leyes a su propia conveniencia. Ya sabes, lo que se dice en la típica conversación salvapatrias de barra y cañas.

Nada personal

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En este planeta extraño, la luz de las cien lunas te bañan con una fortuna desigual. Con suerte, quizá sólo te alcance la claridad de los astros predadores y, en esas noches, siempre te transformes en un terror afilado. Así nunca serás presa, sino el devorador de los desdichados a los que destroces con tu furia y tu hambre.

Exceso de confianza

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Otro destello, otra nave capital abatida. Una nube de restos y una luz –como de una pequeña nova– era todo lo que quedaba de ella, testigo mudo de una batalla tan dura como increíble. El Gran Navegante, comandante en jefe de la flota, observaba, en el holo estratégico, la precisa estela de destrucción que se dirigía, inexorable, a su nave.

Álter ego

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Necesitó un momento para que sus ojos se adaptaran a esa blancura absoluta. Después pudo distinguir el suelo del techo, la pared izquierda de la derecha. El frente de su espalda. Pero daba igual donde mirase: todo era pálido, inmaculado y liso. Ni una referencia, ninguna señal de qué o cuál era ese sitio.

Maldito sea tu nombre

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Entró en el recibidor. Novísimo, pulcro, y con la seguridad típica de un edificio de oficinas. ¡Ah! No tan habitual. Notaba el control mágico sobre los agentes, que podía zombificarlos en minutos. Nada más verle, comenzaron a transformarse. Atravesó el control de acceso y corrió por las escaleras, logrando subir varios pisos hasta cruzarse con algunos totalmente alterados. El veneno urticante en las balas de su semiautomática los dejó aullando en el suelo. El dolor era lo más rápido para romper el embrujo. "Planta trece... Seguro que aquí se pone emocionante."

Algo salvaje

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De montura un rayo y su trueno, contundente relincho. Apareció un hombre, solo, con traje negro. Uno sobrio y sin corbata. Los atónitos agentes lograron reaccionar, pero fue fútil. Unos ademanes de su diestra despejaron su camino de humanos y proyectiles.